lunes, 23 de diciembre de 2013

Princesas

Galilea Guerrero Corona 

El siguiente cuento que quiero compartirles es muy importante en mi vida, ya que desde el momento en el que lo escuche me marco el corazón, el alma, mi todo. Quiero agradecer a la autora por ser una persona demasiado especial para mi, por siempre estar en lo momentos mas felices y difíciles de mi realidad.Te amo mucho Gali. -Jesús Hernández Martínez- 


Imagina esto. Imagina que eres una hermosa princesa, que vive en un reino muy, muy lejos de aquí. Imagina que tienes riquezas, que tu palacio es enorme y que tienes docenas de sirvientes que hacen lo que tu les pidas, a cualquier momento de día.
Ahora, en el balcón de tu inmenso dormitorio hay un príncipe, para ser exactos, el príncipe del reino vecino. El viene montado en un caballo, baja de el y al hacerlo se quita el yelmo y descubres que es guapísimo. Es alto, atlético y sus ojos color turquesa te convencen de que es el amor de tu vida.
Lo ves venir hacia ti, camina y al llegar se arrodilla a tus pies, con un inmenso ramo de rosas blancas.
Después de decirte un sermón, del cual no entendiste mucho, te pide que seas su esposa, tu mas que complacida, aceptas.
Bien, tiempo después se casan, la boda es bellísima, toda tu familia y la de él están ahí. Hay una gran celebración y aunque no conoces del todo a tu familia, sonríes y te paseas por el salón, tratando de agradar a todos.
Como se acostumbre en cualquier ‘Reino de altura’, los papas de la novia pagan la boda. Así que el bello príncipe y tú no tienen que preocuparse por nada.
Y digamos, que unos siete meses después, nace un pequeño y rosado heredero al trono. Siete meses no porque ya hubieses estado embarazada al momento de la boda. ¡Eso es pecado! Si no que el bebe nació prematuro.
Para esas alturas, ya te has dado cuenta de que el reino del que tu príncipe provenía no era el  más pudiente de toda la tierra, más bien el príncipe está bastante jodido, que comienzas a dudar que sea un príncipe real. Así que como la herencia que tú esperabas parece nunca existió, tú ahora esposo debe trabajar de obrero en una fábrica del reino. Porque una cosa era que tus papas hubiesen pagado la boda y otra muy diferente que los tuvieran que mantener.
Pasan un par de años, cuando te miras ya no tienes un solo heredero, se han convertido en cuatro niños que no paran de gritar y destruir la pequeña casa de interés social, donde ahora se han tenido que acomodar.
Al mirarte, ya no eres la hermosa princesa envuelta en los más lujosos vestidos de seda que hace años eras; ahora pesas al menos diez kilos más y con dificultad traes puesta ropa de algodón de la placita del reino. Ya tampoco tienes sirvientes que hacen todo por ti, ahora tu tienes que cocinar, planchar y lavar, no solo para ti misma, si no para cinco personas más. De aquellas riquezas que tenias, ya quedan muy pocas, que probablemente muy pronto tendrás que empeñar al igual que las demás.
Los años siguen pasando, a lo largo de ellos has descubierto a tu ‘príncipe azul’ en innumerables aventuras. Pero en un reino como este no hay nada que tú puedas hacer.
Ya eres vieja, ya ninguno de tus hijos vive contigo, no tienes dinero y pasas los días de tu vida tejiendo en una silla; mientras tejes recuerdas tus caros vestidos, tus sirvientes, tus joyas, tu palacio, tu príncipe.

Así que piensas y deseas nunca haber imaginado…